lunes, 23 de febrero de 2009

DESCABEZADOS

Son muchas las veces que me pregunto “¿Adónde voy?”, y siempre obtengo la misma respuesta, “ni puta idea”.
Nos destrozamos la cabeza día tras día, buscando objetivos como locos. Reunir dinero para conseguir ese objeto que tanto nos gusta, y nada nos va a aportar. Reunir el valor para decirle a alguien lo mucho que te gusta. Lo mucho que te gustaría tomarte una café en su compañía. O el valor para decirle a alguien lo mucho que te disgusta.
Buscamos el sentido en aprender, en disfrutar, en trabajar. Buscamos pasar los días pensando que mañana será el gran día, y mientras tanto intentamos mantenernos ocupados, pensando en que estamos haciendo algo que nos gusta. O tal vez no, no nos gusta, y seguimos pensando que mañana será el gran día.
Corremos de un sitio para otro, sin detenernos a pensar. No queremos pensar, sólo avanzar, sólo huir hasta que lleguemos al gran día. Y claro, sucede lo típico, pasan los días, las semanas, los meses, los años. Y seguimos esperando, seguimos yendo a la deriva, como un barco en una gran tormenta que es la vida.
Nosotros, pequeños seres diminutos, perdidos en la inmensidad del universo, intentamos buscar el sentido de la vida, como si lo tuviera. No digo que la vida, al no tener sentido, sea mala. La vida es lo mejor que nos puede ocurrir, nos brinda unas experiencias únicas, pero no busquemos sentido.
Y seguiremos huyendo siempre, pero prestemos atención a lo que pase por nuestro lado, porque se irá quedando atrás, y sólo nos quedará la memoria.
Seguiremos avanzando sin saber a dónde nos lleva la corriente, corriendo sin sentido como pollos sin cabeza.
Mis disculpas por la divagación, hoy estoy abajo.


Sigo con otra versión de José Alfredo Jiménez, esta vez le toca a Pa todo el año, interpretada por Iván Ferreiro.

lunes, 2 de febrero de 2009

RECUERDOS

A veces los recuerdos se convierten en cenizas. Y sólo esperan que venga una ligera brisa que los arrastre.
Otras veces se guardan en grandes baúles, arcones de otro tiempo, y los colocamos en el rincón más oscuro de la habitación más alejada, esperando que alguien traiga la llave que los abra, o por el contrario, esperando a que alguien se los lleve, y nunca más sepamos de ellos.
Porque a veces los recuerdos no dependen únicamente de nosotros, y es la persona que está a nuestro lado la culpable de que los momentos se conviertan en algo merecedor de ser recordado. Pero al igual que te conceden la oportunidad de tener un buen recuerdo, están en su derecho de quitártelo. Estás en tu derecho de quitárselo. Porque a veces los recuerdos son a medias. Y sólo queda estar agradecido, porque lo contrario no tendría sentido.
Un recuerdo es un momento, es un olor, es un lugar, una luz, una canción, una cama, una película, un beso. A veces no sabes que estás viviendo un recuerdo, y es más tarde cuando te das cuenta de que aquel momento fue especial. Otras veces crees que tienes que recordar un determinado momento, y sin embargo aparece la brisa que se lo lleva sin tú darte cuenta. Los recuerdos no entienden de raciocinio. Existen, sin más, y nosotros no tenemos ningún poder sobre ellos, son caprichosos y selectivos.
A mí muchas veces me gusta encerrarme con mis recuerdos, y me regodeo en ellos, porque aunque sabes que no volverán nunca, fueron momentos dignos. Y aunque sepamos del no retorno de los recuerdos, y eso nos entristezca, puedo llegar a entender que la melancolía es una felicidad triste.
Hace poco entraron a una de mis habitaciones, y abrieron uno de los baúles. Se llevaron lo que había dentro, y aunque eso no hace que me sienta contento, sé que era inevitable, porque como ya he dicho, a veces no está en nuestras manos.
Puede que algún día regresen aquellos que se fueron, y se presenten en mis sueños. Aunque claro, luego, cuando abramos los ojos, quizá ya no nos acordemos.

Una versión de Jose Alfredo Jiménez, considerado el padre de la ranchera mejicana. En este caso Enrique Bunbury interpreta El jinete, una versión a la altura de la original.