martes, 18 de agosto de 2009

Dando vueltas...

Los olores. Eres pequeño, y sales a la calle por primera vez. Todo es nuevo, y aspiras cualquier aroma, un perfume, y queda registrado extrañamente en tus circuitos neuronales. Luego, más tarde, cada vez que hueles algo semejante, te acuerdas de aquella primera vez. Pueden pasar años hasta que vuelva a ocurrir, pero el recuerdo está ahí, latente, esperando su momento, hasta que, tozudo, termina por aparecer.
Personas, situaciones, momentos aparecen de nuevo ante ti como si nunca se hubieran ido. Pero a pesar de todo, aunque lo tengamos impreso en la retina, el tiempo se encarga de diluir en la bruma aquellos momentos. La lucha es dura, pero el tiempo lo es aún más, y aquel recuerdo de la primera vez se va desvaneciendo, para dar paso a la segunda vez, a la tercera…una vuelta y otra más.
Y entonces, un día, te levantas. Y te das cuenta de que ya no eres un niño. A tu lado duerme otra persona. Pero antes, hubieron otras, y los sentimientos y las reacciones han cambiado. No es peor, es diferente. Y si es diferente, puede que sea peor. O mejor. Las vueltas de la rueda hacen que te desgastes. Los primeros kilómetros siempre son esperanzadores, pero luego viene otro, y luego otro. Por supuesto, el paisaje puede ser maravilloso, o lúgubre y oscuro, pero sólo hay un primer paisaje, para bien y para mal.
Y otro día te levantas, y piensas que ese niño con el que te has cruzado por la calle podría ser tu hijo. Aunque recuerdas los días de colegio como si fueran ayer, estás a un solo paso de observar como tus hijos repetirán otra vez el ciclo. Tus padres lo ven, y eso es peor, porque para ellos, aunque es motivo de felicidad volver a ver como gira la rueda, lo más seguro es que sea la última que vean girar.
Y cada vuelta es una historia, probablemente magnífica, única e irrepetible que el tiempo, implacable, se encargará de dejar atrás inexorablemente, sin piedad, dejándonos únicamente la posibilidad de la primera vez, y condenándonos a la fatiga de la sucia rutina.
Así que aprovechemos, porque en cada momento se esconde una primera vez.

Bebe, buscome. Cualquiera podría tomar como propias estas inquietudes...