viernes, 20 de agosto de 2010

SIEMPRE CORRER

A veces hay cosas en la vida que cuestan mucho. Joder, cuestan una puta barbaridad. Cuestan tanto, que a veces desearías no existir. Sin embargo, y aunque parezca mentira, los callos terminan saliendo, y empiezas a acostumbrarte a vivir con las durezas. Llega un momento en que no puedes vivir sin ello. Las cicatrices son heridas de las que se aprende siempre. Es un paso inevitable. Termina gustándote. Lo que un día era sufrimiento se convierte en algo vital para continuar, y los parches, tiritas y demás remedios se convierten en una rutina diaria beneficiosa sin la que no podríamos vivir.

No podía con mi alma cuando empecé a correr. Me faltaba otra nariz, y el aire nunca llegaba a los pulmones. Me ahogaba, y nunca llegaba donde quería. Pero seguí corriendo, siempre hacia delante. Con lucha y constancia sabía que podía llegar, y poco a poco fui llegando más y más lejos. Recorrí más trecho, y empecé a ver cosas que nunca habría visto de no haber sido por el esfuerzo que tanto me costó realizar. A veces aprieto el paso, me gusta que mis pies vayan tan, tan rápido, que ni siquiera hay tiempo para que mis ojos piensen lo que ven. A veces, hay que tener iniciativa y echar a correr cuando la situación lo requiere, lamentablemente la vida no nos esperará siempre. A veces, el tiempo es cruel, nos juega malas pasadas, y nosotros tenemos que ser más rápidos cada vez. Tal vez haya que huir, o tal vez haya algo al final del camino que valga la pena.

Ahora me gusta correr. Donde vaya, me llevo mis zapatillas, y echo a correr, por lo general sin ningún objetivo. Donde mis pies me quieran llevar. Ellos saben sorprenderme. Me ayudan, me agotan, incluso hay veces que no me dejan pensar más de la cuenta. Ahora me gusta correr. Ahora puedo respirar, y mis pies se han endurecido.

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