jueves, 10 de diciembre de 2009

Mi primer amor

CAPÍTULO4. MALA RACHA.

En ese momento no me mostré enfadado. Más bien le dije a mi amigo que no pasaba nada. Ella sólo era una tía, no? Y todos sabíamos como era Ella.
Sólo que no, no era sólo una tía. A quién quería engañar, era mi amor. Pero yo nunca he sido impulsivo, y siempre le doy demasiadas vueltas a las cosas, tantas vueltas que al final acabo mareándome, hasta tal punto que decido no hacer nada porque no hay nada que me satisfaga por completo. Así que nos separamos en la esquina de mi calle como si nada, y recorrí el trecho hasta mi casa con lágrimas en los ojos, pensando, como siempre que me ocurre algo que considero injusto, ¿por qué a mi?
Ahora no lo recuerdo, pero supongo que desperdicié excesivas lágrimas.
Pasé una larga temporada deprimido y callado. Más de lo normal, y no puede decirse que yo fuera hablador. Tan callado, que cierta vez, mi tutora de aquel curso me citó después de una clase para interesarse por mí y preguntarme qué me pasaba.
A mi amigo no le dirigí la palabra hasta meses más tarde, cuando me llamó por teléfono a casa para decirme que si quería yo que cortara con Ella. En efecto, el muy cabrón me había dicho que no iba a pasar nada entre ellos, pero empezaron a salir.
Yo no podía verlos juntos, era algo que me superaba. Era yo el que tenía que estar con Ella, no él, uno de mis mejores amigos y que me había quitado lo que más quería, además la misma noche en que yo había tocado el cielo.
Pero no olvidemos que Ella tenía la misma culpa que él. Ella era una jodida zorra egoísta que solo tenía ojos para si misma, y no veía más allá de su propio ombligo. Los demás no le importaban una mierda, total, ¿a ella qué más le daba?
Evidentemente, le dije a mi “colega” que yo no era nadie para interponerme entre ellos, así que siguieron juntos. Aunque yo sabía que el verano de ese año 96 no lo terminarían igual, como se comprobaría en su momento.
Yo, a pesar de todo, esperaba con ansias ese momento. Fíjate si soy imbécil. Esperaba que acabase el verano para volver a recobrar las viejas esperanzas de volver con ella. Lamentable. Con lo orgulloso que he llegado a ser, puedo ver mirando hacía atrás como me dejé pisar por una niñata sin escrúpulos.
Porque claro, cuando llegó septiembre, y lo dejó con el melenas, volvió a besarme, y yo me comí mi orgullo, aderezado con un poquito de sal, y dejé que me manipulara cual marioneta sin hilos. Porque a pesar de todo, y sin saber por qué, la tenía metida hasta en el rincón más oscuro de mi ingenuo corazón.
No muchos días después de aquel maravilloso y nefasto 9 de marzo me enteré de que se había liado con un tercer tío, y aquello me daba constantemente quebraderos de cabeza, y me incitaba a plantearme continuos interrogantes. ¿era mi amigo mi amigo? ¿de quién me había enamorado yo? ¿qué era yo para Ella? ¿por qué me había besado? ¿cómo pudo Ella hacerme algo así?
Qué triste era hacerse esas preguntas, cuando yo había pensado que era alguien especial para Ella, y en menos de 24 horas me había confirmado que yo no era nadie especial, sino simplemente uno más.
Lo cual no hubiera sido grave, si no hubiese sido porque para mi Ella no lo era.


Bueno, pues ya sólo me queda el desenlace. De momento me quedo con Vetusta Morla, y la canción que cierra el disco, preciosa, Al respirar. Y respirar tan fuerte que se rompa el aire, aunque esta vez quizá será mejor marcharse...

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