jueves, 15 de enero de 2009

La vida te lleva por caminos extraños1

Cuando abrió los ojos no tuvo muy claro dónde se encontraba. Ni siquiera tuvo claro si realmente los había abierto. Cuando su conciencia se hubo recuperado, se percató de que sus párpados se estaban moviendo, o al menos, tenía esa sensación. Y eso sólo podía significar una cosa, o al menos eso es lo que dio por sentado. Supuso, con ciertas reservas, que estaba despierto.
Nos preguntaremos entonces por qué no pudo apreciar, en principio, si sus ojos estaban abiertos o cerrados. Y la respuesta es sencilla, aquello estaba más oscuro que el culo de un mono, por decir algo.
De todas formas, hacía tiempo que su cabeza no funcionaba. O bueno, sí, funcionaba, pero digamos que no de la manera correcta. Hacía tiempo que mantenía una lucha constante con sus demonios particulares, y aunque siempre se había considerado una persona de mentalidad sana y fuerte, de un tiempo a esta parte no le quedaba más remedio que reconocer que la fortaleza de sus fantasmas era cuanto menos, envidiable.
Y es por esto que, aunque percibía que los músculos que envuelven los ojos se movían en su eterno acto reflejo, seguía sin saber con auténtica convicción si estaba despierto, o por el contrario, no lo estaba. Lo cual tampoco quiere decir que estuviera durmiendo, no demos por sentadas ciertas cosas.
En cualquier caso, habíamos dicho que su conciencia si había despertado, y la sensación que tuvo, por seguir con el mismo ejemplo, era la de estar embutido en el culo de un mono. Gigante, claro. Todavía podía pensar con claridad, y estaba totalmente convencido de que en el culo de un mono tamaño estándar no cabía. Así que tenía que ser un mono gigante. Una deducción no exenta de brillantez, si lo pensamos con detenimiento.
Percibió una cierta presión uniforme y homogénea en su espalda, de lo cual dedujo que era probable que estuviese en posición horizontal, con la vista dirigida hacia arriba, hacia la oscuridad impenetrable.
Decidió pasar a la acción, y empezó a mover los dedos de las manos. No se atrevió a levantar los brazos, por miedo, y se dedicó a juntar esfuerzos para conseguir su cometido. Le atormentaba la idea de que alguien lo hubiese encerrado. Y más le atormentaba la idea de que lo hubiesen encerrado en un lugar pequeño, claustrofóbico y vacío. Esa idea empezó a abrirse paso entre la materia gris de su cerebro, ya que el silencio era extrañamente absoluto, y su respiración llegaba a sus oídos amplificada por un eco cercano, rebotado en una inquietante proximidad.
Cuando por fin lo hizo, sus peores sospechas se hicieron realidad, y sus manos toparon con una superficie blanda, viscosa y gelatinosa, pero firme, una vez hubieron recorrido una distancia de unos veinte centímetros. No sabía quién había puesto aquello allí, ni quién o qué lo había puesto a él allí. Pero si estaba allí era por algo.
Y la respuesta es sencilla. Estaba allí porque tenía una misión que cumplir. Y no era otra que escapar. Tal vez hubiera hecho algo mal, o le hubiera hecho mal a alguien, y tal vez esa fuera la causa por la cual se encontraba en esa tesitura tan poco agradable. Pero una cosa estaba clara. En ningún caso eso tenía alguna importancia en esos momentos. Aparte de que no recordaba nada de lo ocurrido con anterioridad, sabía que eso no era relevante. Sólo existía el presente, y cobró plena conciencia de ello.
Así que dejó de intentar romperse los cuernos pensando en cualquier causa que lo hubiera conducido a ese lugar, porque eso tampoco lo iba a sacar de allí. Tenía que pensar en el futuro, y eso pasaba por analizar su situación actual. Pasaba por lo único que tenemos, que no es otra cosa que el presente. Y sobre todo, tenía que actuar. La situación, desde luego, no era agradable, pero hasta él, el hombre sin memoria, era capaz de saber que la vida siempre te lleva por caminos raros. Y todos sabemos que los caminos están para andarlos. Por tanto, se dijo a sí mismo que debía empezar a recorrer el camino que lo llevaría al final del mismo, para de esa forma poder comenzar otro. Tenía la esperanza de que ese segundo camino fuera más agradable.
Pero estaba pensando demasiado. Tenía mucho trabajo que hacer antes de pensar en lo que iba a suceder después. Tenía un primer camino por recorrer, y aparte de ser un camino raro, tenía muy poca luz. Pero poca poca, y es que ya sabéis, el camino estaba tan oscuro como el culo de un mono gigante.


Hoy tenemos para cenar Calamaro a la plancha..Yo soy un loco, que se dió cuenta, que el tiempo es muy poco...a lo mejor resulta mejor así.

No hay comentarios: