jueves, 20 de noviembre de 2008

Dudando entre. Capítulo3

Paseó en la noche aterciopelada, recorriendo intrincadas callejuelas oscuras. La zona de marcha estaba cerca, y ya había tomado una copa, así que dejó el coche aparcado en casa.
Después de unos minutos caminando, empezó a cruzarse con grupos de gente, que se disponían a pasar una amena y entretenida noche de fiesta entre amigos. Se disponían a olvidarse por unos instantes de los días iguales.
Algunos chillaban, se reían, y para algunos la noche ya había terminado, acurrucados entre los coches con los restos de la cena entre las piernas. Los gorrillas-yonkis intentaban aparcar algún coche, o bien recoger lo suficiente para meterse otro piquito o fumarse un chino. Y algún que otro macarra pasaba con el coche con la música discotequera a todo trapo.
Lo de siempre, pero diferente. Nada nunca es igual, y por eso lo observaba todo como si fuera la primera vez. Tenía sus cinco sentidos en orden, y era consciente de que debía sacarles el máximo provecho. No hacerlo sería desperdiciar lo más bonito que poseía.
Pasó de largo por delante de algunos garitos tenuemente iluminados por luces de neon, algunos vacíos todavía, algunos llenos hasta la bandera. No le convenció ninguno, así que siguió caminando hasta encontrarse en la puerta del “Reloj Parado”.
El local pretendía hacer justicia a su nombre, pero para bien. Aspiraba a ofrecerte buenos momentos que nunca se acabaran, lo cual lógicamente era algo difícil de conseguir. Sin embargo, lo intentaban, o hacían como que lo intentaban, y eso ya es algo a tener en cuenta. Así que entró.
El pub estaba sumido en la penumbra, dándole un carácter íntimo, pero con la suficiente luz como para poder mirar a la gente sin que ésta se sintiese observada. Los sofás invadían la mayor parte del espacio, confiriéndole un aspecto acogedor y confortable que las personas agradecían, como se podía deducir de las pocas plazas disponibles.
La música, alta, pero sin impedir la conversación entre los habitantes del local. En ese momento sonaban The Killers, Somebody told me, y terminó de convencerse. Se encaminó hacía la transitada barra, en la que todavía quedaban algunos huecos.
Había divisado un taburete libre y lo ocupó. Llamó al camarero, y pidió un gintonic. Con una rodajita de limón, por favor. Echó una ojeada a su alrededor, pero no vio nada que le llamase la atención, así que se concentró en la música, su copa y en la entrada del local. Transcurrieron dos gintonics más y empezaba a estar un poco afectado por los efectos del alcohol. Tal vez fuera hora de cambiar de aires, y dirigirse a otro lugar, pero en ese momento se abrió la puerta.
Entró un grupo de chicas, y tal vez alguna de ellas podía resultar interesante. Si finalmente no era así, por lo menos tendría un lugar donde mirar. Decidió darse una tregua, pensando en abordarlas, y pidió una cerveza, para mantener las formas.
Las chicas se dirigían hacia él, y al pasar por su lado las miradas se cruzaron. Pasaron de largo, y se sentaron en un sofá a unos cinco metros de su ubicación. Se quedó mirándolas, pero con discreción. Eran cuatro, y aunque ninguna estaba mal, había una que le había llamado poderosamente la atención. Vestía una minifalda vaquera debajo de la cual asomaban unas medias a rayas de colores vivos, y que terminaban en unos zapatos rosas de medio tacón. En la parte de arriba, una camiseta de color violeta, que sugería unos pechos generosos, y cruzándose sobre ellos, un bolso rosa con un dibujo que no conseguía distinguir. Una abundante cabellera rubia caía sobre sus hombros.
Ella levantó la cabeza para llamar al camarero, y los ojos de ella se posaron por unos instantes en los de él. Intentó atraparla con la mirada, pero cuando el camarero le hizo caso, pareció olvidarse.
Sin embargo, advirtió que de vez en cuando lo miraba de reojo. Podía notar los ojos de la chica en su espalda. Se concentró por un instante en tomar tragos de su cerveza, y quiso darle un descanso a sus ojos. No quería parecer un simple desesperado, no lo era.
Se terminó la copa, y ella parecía muy ocupada con sus amigas. Tal vez no era el momento, así que volvió a girarse hacia la barra, buscando con la mirada al camarero para pedirle la nota. Cambiaría esa barra por otra.
Se disponía a levantarse, pero al darse la vuelta se encontró unos ojos color miel y de gran expresividad que parecían sonreír, insertados en un óvalo perfecto, enmarcado por unos tirabuzones rubios. Se quedó sin habla por un momento, pero ella le sacó de la tesitura al abrir unos labios rojos, sensuales.


Hoy, para variar el repertorio, en vez de canción voy a poner un breve fragmento de una película con la que me reí mucho. Espero que os guste, la recomiendo encarecidamente.

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